Nacido en el seno de una familia alemana de origen flamenco,
su padre, ante las evidentes cualidades para la música que demostraba el
pequeño Ludwig, intentó hacer de él un segundo Mozart, aunque con
escaso éxito.
La verdadera vocación musical de Beethoven comenzó en realidad hasta 1779, cuando entró en contacto con el
organista Christian Gottlob Neefe, quien se convirtió en su maestro. Él
fue, por ejemplo, quien le introdujo en el estudio de Bach, músico al que Beethoven siempre profesaría una profunda devoción.
Miembro de la orquesta de la corte de Bonn desde
1783, en 1787 Ludwig van Beethoven realizó un primer viaje a Viena con
el propósito de recibir clases de Mozart. Sin embargo, la enfermedad y
el posterior deceso de su madre le obligaron a regresar a su ciudad
natal pocas semanas después de su llegada.
En 1792 Beethoven viajó de nuevo a la capital austriaca para trabajar con Haydn y Antonio Saleri
y se dió a conocer como compositor y pianista en un concierto que tuvo
lugar en 1795 con gran éxito. Su carrera como intérprete quedó
bruscamente interrumpida a consecuencia de la sordera que comenzó a
afectarle a partir de 1796 y que desde 1815 le privó por completo de la
facultad auditiva.
Los últimos años de la vida de Beethoven
estuvieron marcados también por la soledad y una progresiva
introspección, pese a lo cual prosiguió su labor compositiva, e incluso
fue la época en que creó sus obras más impresionantes y avanzadas.
Obras de Ludwig van Beethoven
La
tradición divide la carrera de Beethoven en tres grandes períodos
creativos o estilos, y si bien el uso los ha convertido en tópicos, no
por ello resultan menos útiles a la hora de encuadrar su legado.
La primera época abarca las composiciones escritas hasta 1800, caracterizadas por seguir de cerca el modelo establecido por Mozart y Joseph Haydn y el clasicismo en general, sin excesivas innovaciones o rasgos personales. A este período pertenecen obras como el célebre Septimino o sus dos primeros conciertos para piano.
Una segunda manera o estilo abarca desde 1801
hasta 1814, período este que puede considerarse de madurez, con obras
plenamente originales en las que Ludwig van Beethoven hace gala de un
dominio absoluto de la forma y la expresión (la ópera Fidelio, sus ocho primeras sinfonías, sus tres últimos conciertos para piano, el Concierto para violín).
La
tercera etapa comprende hasta la muerte del músico y está dominada por
sus obras más innovadoras y personales, incomprendidas en su tiempo por
la novedad de su lenguaje armónico y su forma poco convencional; la Sinfonía n.º 9, la Missa solemnis
y los últimos cuartetos de cuerda y sonatas para piano representan la
culminación de este período y del estilo de Ludwig van Beethoven.
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